Tras las llamas de Notre Dame

Más de dos meses después del fatídico incendio que devoró el corazón de Notre Dame, su esqueleto desnudo y el espíritu de la añorada aguja que apuntaba al cielo nos abren los ojos sobre el peligro que en realidad corre todo el patrimonio cultural mundial.

 

Desde que el pasado 15 de abril la Catedral parisina de Notre Dame ardiese en llamas hasta que parte de su centenaria estructura se derrumbase, ha surgido una lógica preocupación por el amplio patrimonio artístico cultural francés en particular, y el internacional en general.

Notre Dame ardiendo

Nuestro imaginario colectivo arquitectónico está formado por edificios icónicos como Notre Dame de París, el Teatre del Liceu de Barcelona, o La Fenice de Venecia, y sin excepción les concebimos a todos ellos como intocables, imbatibles. Luego, cuando nuestra retina no puede borrar las desoladoras imágenes que nos dejan estos colosos devorados por las llamas, nos damos cuenta de que nada es invencible, nos rendimos ante la evidencia de que, a veces, cualquier descuido o accidente puede reducir cualquier monumento simbólico a cenizas, enterrando en ellas sueños, arte y siglos de historia.

Era de esperar que tras el desafortunado incidente del incendio de la Catedral de Notre Dame saltasen todas las alarmas, a la vez que nos asaltaban las dudas sobre si todo el patrimonio cultural internacional está debidamente protegido, si los hijos de nuestros hijos podrán seguir admirando y disfrutando de, por ejemplo, el Colisseo de Roma, o de la Abadía de Westminster en Londres o de la Sagrada Familia en Barcelona. Y eso solo por nombrar algunas de las edificaciones más populares. Pero ¿seguirán también protegidos el bellísimo románico de Sant Climent de Taüll en Lérida, o el sobrio gótico alemán de la catedral de Colonia, o la británica catedral de Canterbury? Estas y otras muchas muestras de la arquitectura de siglos e incluso milenios pasados se han sostenido hasta nuestros días, pero tras el incendio de Notre Dame nos preguntamos ¿seguirán todas ellas manteniéndose sobre sus cimientos en el futuro?

Solo en Francia se reúne un legado de decenas de miles de impresionantes monumentos históricos y, entre ellos, se cuentan unas 86 catedrales en riesgo de sufrir algún desperfecto. Esto implica un gran coste financiero al gobierno. Realmente el soportar el gasto de mantenimiento de todos estos edificios supone una inversión que no está al alcance de todos los países. En algunos casos, como lo ha sido el propio de Notre Dame, se ha sufragado con donaciones privadas, hecho que, por otra parte, también ha sido muy cuestionado, teniendo en cuenta otro tipo de necesidades más acuciantes que afectan a la vida de seres humanos.

El incendio de Notre Dame nos ha enfrentado a una realidad que quizá no teníamos presente: el mantenimiento de todo este patrimonio cultural tiene un coste muy elevado y no sería extraño que se repitiesen desgraciadas pérdidas culturales en el futuro.

A raíz del incendio de la catedral gótica parisina, no sólo en Francia se han sacudido las conciencias culturales, a este lado de nuestras fronteras se han activado planes de contingencia. La Unidad de Gestión de Riesgos y Emergencias en el Patrimonio Cultural de Castilla y León (Ugrecyl) ha convocado recientemente en una reunión a expertos de patrimonio de Andalucía, Asturias, Galicia y La Rioja para conocer el trabajo que vienen desarrollado y poner en común sus planes de emergencia. El objetivo es compartir experiencias para aportar posibles soluciones.

Pero lamentable, en España, no todos los edificios de interés cultural disponen de estos estudios y planes de emergencia. Por lo que el riesgo a que sufran desperfecto por causas naturales o provocadas sigue vivo.

El propio subdirector general del Instituto de Patrimonio Cultural de España, Javier Rivera, reconoció a los pocos días del incendio en París que podría suceder lo mismo en cualquier monumento nacional si ocurriese un infortunio.

Javier Rivera

Parece ser habitual que anualmente caiga algún rayo y cause algún desperfecto en este tipo de edificios, como por ejemplo sucede en la magnífica Catedral gótica de León. Para evitar que este tipo de desastres causen destrozos en nuestros monumentos es adelantar dinero para asegurarlos, pero los gobiernos no tienen previstos estos costes. Teniendo en cuenta el vasto patrimonio cultural supondría una gran partida de dinero que actualmente va destinada a otras prioridades sociales.

Sin embargo, el problema persiste.

Jorobado de Notre Dame

El caso de Notre Dame, y gracias a lo emocional que despierta su figura icónica en los corazones de medio mundo y lo rápido que las redes sociales y diarios digitales difundieron su particular infierno, en tan solo 2 días consiguieron recaudarse 850 millones de euros. La mayoría de este importe procede de las 3 principales fortunas de Francia: las familias Arnault, Bettencourt y Pinault. A parte ha habido otras empresas que han aportado su no tan pequeño grano de arena, como la aseguradora Axa, la publicitaria JCDecaux y hasta la factoría Disney, que en 1996 convirtió a la bella catedral en protagonista silenciosa de una de sus películas El jorobado de Notre Dame.

No obstante, como comentábamos, todas estas sorprendentes movilizaciones solidarias no han quedado exentas de crítica. Muchas voces se han alzado indignadas ante esta recaudación ingente e inmediata, cuando otras muchas causas que incluyen el hambre en varios puntos del planeta, la pobreza infantil o el calentamiento global, requieren años y múltiples movilizaciones para llamar la atención y poder recaudar fondos, considerablemente más modestos que los conseguidos por Notre Dame.

Si bien es indudable que otras causas humanitarias deberían tener una mayor y más rápida respuesta, ¿deberíamos por ello renunciar la restauración ágil de un símbolo cultural de la humanidad por temor a las críticas de la red?

 

Alumna: Luz Bouza

 

 

 

Autor: luzbouza.com

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