Me gustaría decir que fue una gran historia de amor.
Pero no lo fue.
Y a pesar de que yo lo quise creer, y lo creí, nunca lo fue.
Pero cuando vives una historia así, eso lo descubres mucho tiempo después, cuando las heridas que irremediablemente te llevas de recuerdo, están cicatrizadas y bien cerradas. Cuando algunas imágenes que involuntariamente guardas en tu mente, ya no te agitan la boca del estómago. Más bien te provocan rechazo y hasta un poco de rabia, por el tiempo dedicado y los sentimientos gastados.
Sin embargo, como todo, cuando la vida te da un regalo envenenado, paradójicamente también encuentra un camino para dejarte a cambio algo tan bonito, que no tienes más remedio que llevarlo para siempre contigo.
Unas veces te ponen en las manos un libro que jamás hubieses leído y te sorprende, otras, te proponen ver una película que por tu cuenta no hubieses visto nunca y te encanta. Puede tener muchas formas, pero siempre es algo que inesperadamente te marca y ya pasa a formar parte de ti. Entre otras cosas, porque quizá de alguna forma, explica un poco lo inexplicable de esa historia en tu vida.
En esta ocasión, más que una sola canción, fue un músico, un cantautor. Le conocía sí, había oído alguna canción suya, pero nunca me había parado a escucharle con calma, hasta que él me habló de su trabajo.
Eran canciones cargadas de sentimientos profundos, de melancolía, unas emociones que, curiosamente me costaba mucho ver en él. Transmitían una sensibilidad y vulnerabilidad que no identificaba en aquella persona a la que creía querer.
Por eso, me convencí de que aquellas letras me hablaban más de él de lo que yo podía ver. Pensaba que él podía mentirme, pero no podían mentirme aquellas canciones maravillosas que tanto le gustaban.
Una vez llegamos a viajar 800 km a un lugar recóndito para verle cantar. Pero pienso que a esas alturas, una escapada con él, era más por escuchar a aquel músico que por compartir un fin de semana romántico. Porque de aquel par de días, apenas recuerdo momentos junto a él, y sin embargo, atesoro como si le estuviese escuchando ahora mismo, todas las improvisaciones que el músico hizo. Las bromas, los giros musicales, los guiños al público…
Hoy, muchos años después, viendo una entrevista a este músico, han vuelto inesperadamente a mí cientos de recuerdos enterrados en algún pliegue de mi cerebro. Y una única banda sonora: sus canciones.
Ahora sé, que si creí aquella historia más grande de lo que realmente fue jamás, en realidad se debió a su música. A aquellas melodías y letras que su voz desgranaba dentro de mi alma, dando alas a unos sentimientos que quise hacer míos, pero que lejos de ser reales, únicamente vivieron en sus canciones.